Serie - Aspirando a
tocar el cielo 2 -
Nunca, nadie, siempre, jamás... con estas palabras iniciamos
muchos pensamientos, a veces también los decimos en voz alta, no una sola vez
(eso es normal) sino en bastantes ocasiones, convirtiéndose esto en un mal hábito.
Incluso podemos llegar a transmitirlos a otros envenenando su propio
pensamiento. Puede que aprendimos a pensar así desde niños o nos hemos
acostumbrado a golpe de experiencias, pero todo mal hábito puede cambiarse por
otro mejor... a pesar de que pensemos que ¡nunca
podremos hacerlo!
Nunca lograré prosperar, nadie me querrá de verdad, siempre me salen las
cosas mal, jamás dejaré de fumar...
Se trata de una
distorsión en nuestro pensamiento muy conocida por los psicólogos: la sobregeneralización. A partir de un
hecho particular que juzgamos como bueno o malo aplicamos a todo lo que se le
parezca la misma premisa sin justificación. Es como si un niño leyera un cuento
que no le gusta nada y concluye que todos los libros son un rollo y que no le
gusta leer.
Hay que estar muy
atentos a estos intentos de autosabotaje que no nos dejan ver con claridad el
camino. Si te ha ido mal con una, dos o tres parejas, eso no significa que con
la cuarta tenga que irte mal. Si las cosas no te han ido como querrías en el
trabajo, eso no quiere decir que en un futuro sí que lo hagan. La clave no está
en lamentarse de nuestra mala estrella constantemente sino en analizar qué
se puede cambiar ahora para que todo cambie en consecuencia. Una, dos o
tres frustraciones puntuales no deben nublar nuestra visión de las
oportunidades que andan por ahí esperando a ser cazadas.... ¿O pensáis ir con
las gafas empañadas toda la vida?
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